Siguiendo la estela de las entradas de «Silvestres en el calendario», para el mes de noviembre he escogido a una planta arropada por la magia, una planta identificativa de calderos y escobas.
Ésta, no podía ser otra que la mandrágora, fiel representante de misterios, hechizos y leyendas en muchas culturas desde siglos atrás hasta nuestros días. Un vegetal tan aparentemente inofensivo pero con tanta fuerza oscura escondida a la vez.
Biológicamente es una planta perteneciente a la familia de las Solanáceas, (prima de patatas y tomates) que contiene atropina y escopolamina, unas sustancias (alcaloides) que en bajas cantidades provocan adormecimiento o anestecia, deprimiendo los impulsos nerviosos. Mientras que en dosis mas altas actúa como un estimulante, provocando alucinaciones pudiendo llegar hasta el coma. Haciendo alusión a este comportamiento encontramos en muchos escritos pertenecientes a la Edad Media esta referencia «La mandrágora te adormece el primer día y te vuelve loco el segundo».
Más allá de la presencia de atropina sus usos han sido y son muy variopintos.
Como por ejemplo, para tratar la infertilidad o como afrodisiaco, ya que su raíz se suele ramificar en dos, presentando un parecido humanoide. Además muchas personas de la época aseguraban que cuando era arrancada de raíz, ésta chillaba y lloraba como un niño. Un llanto que no podían escuchar, ya que corrían el riesgo de quedarse sordos.
También era usada para ahuyentar a las fieras y a los malos espíritus, por eso era comúnmente sembrada alrededor de casas y fincas como protectora.
Otros de sus usos más fantásticos e inverosímiles son su aplicación como capacidad de hacer invisible a las cosas o incluso desarrollar el poder de encontrar tesoros.
El nombre científico de esta planta es Mandragora autumnalis. Y en castellano podemos encontrar varios nombres populares o vernáculos como: acelgón, berenjena mora, cerezas de sapo, mandrágula, mandrácola, uva de moro, tomatillo, meá de perro, lechuguilla… etc.
Suele crecer en las proximidades de los cursos de agua limpia. Taludes, vegas, bordes de caminos y cultivos. Sus hojas forman un rosetón a ras de suelo y sus flores tienen tonos violáceos y azulados.
A pesar de todo el polvo de fantasía, leyendas e historias en la que está envuelta, no debemos olvidar nunca que es una planta altamente tóxica que puede provocar la muerte por ingestión, así que mejor admirarla de lejos y dejarle su uso y tratamiento a brujos, magas, hadas o duendes.
¡Entramos en tiempo de mandrágoras!